El amor es ciego y más cuando estás en la fase de enamoramiento.
Esta frase suele decírsele a la persona que está en la etapa del enamoramiento en la que no puede ver más allá de sus fantasías, necesidades y deseos de cómo quiere que sea la pareja y cómo debe comportarse.
Y aquello que suele suceder es que en esta etapa, la persona que tiende a idealizar proyecta en el otro sus expectativas, sin poderlo ver como es en realidad.
Estas personas cuando se encuentran con su pareja tal y como es y no como se imaginaban según sus grandes expectativas y deseos, tienden a desvalorizarla y con ello, empiezan los problemas de pareja.
¿Y cómo sucede todo esto?
Cuando conocemos a alguien que nos gusta y creemos que encaja con aquello que deseamos, el enamoramiento nos nubla la visión y nuestro sano juicio, para pasar a ver una imagen de pareja que cubrirá todas nuestras expectativas y deseos.
El enamoramiento es una etapa en la que idealizamos mucho y también una etapa en la que será necesario poner mucha atención a esto que a todos nos sucede, en mayor o menor medida.
La idealización surgirá en base a nuestros conceptos e ideas que tenemos de nuestra identidad, nuestro autoconcepto y los modelos de amor que hayamos tenido en la infancia.
Con ello estamos buscando en la otra persona aquello que nos faltó en la infancia o que necesitamos y no pudimos recibir o tener por parte de nuestros padres, creyéndonos que la pareja por fin nos lo dará.
Nuestro inconsciente y parte más arcaica de la mente y del recuerdo somático, intenta dar solución y lugar a todos los conflictos inconclusos de nuestra infancia.
Pero la manera en la que lo hace es muy infantil, ya que querrá resolverlo desde nuestra parte niña/o y no desde nuestro adulto que no idealiza, y que está en la realidad.
Hay tanta necesidad de colmar anhelos, deseos y necesidades infantiles que la persona que idealiza pierde de vista la realidad y su parte más idealista coge las riendas.
Si es la parte infantil la que necesita resolver estos conflictos que se originaron en la infancia y que no fueron resueltos, y no lo hace de la mano de nuestra parte adulta, su resolución será muy mágica y fantasiosa ( idealizando), al igual que lo haría un niño o niña pequeña.
Y es por ello que cuando se idealiza, se magnifica al otro y se espera desde un lugar muy poco realista que la pareja satisfaga todos los deseos que portamos dentro, alejándonos de la responsabilidad que conlleva hacernos cargo de nosotros mismos.
Su función es la de proyectar en un otro todo aquello que no fue cubierto en la infancia a modo de exigencia, pensándose esta parte infantil que es la que lo proyecta, que por fin serán cubiertos sus deseos y expectativas de amor y cariño.
La idealización busca la persona perfecta para que puedas completarte, asumiendo que es el otro el que debe darte todo lo que no tienes y tanto dolor te causa no tenerlo.
El otro en tu mente es una especie de salvador o salvadora de tu dolor y necesidades de amor y cariño no cubiertas.
Suele darse mucho más en mujeres y en sus mentes está la idea de que en la pareja encontrarán el príncipe azul que les va a dar la felicidad y el amor eterno.
¿Qué pasa cuando dejo de idealizar?
Cuando lo dejas te das de bruces con la realidad tal y como es, viendo a tu pareja desde un lugar muy distinto al que la veías, bajándole a la tierra y viéndola, sin filtros, con sus defectos.
Al tocar de pies al suelo, todos tus fantasmas fantasiosos de cómo ha de ser el otro y como te has de sentir con él o ella, caen, y suelen ser momentos difíciles de rabia, dolor y rencor.
Cuando esto sucede, las personas suelen usar un mecanismo de desvalorización hacia la pareja.
Empiezan a desvalorizar a su pareja provocando en la relación graves problemas y llevándolos a la dependencia emocional.
La idealización te lleva a focalizar toda la atención en la pareja, ya que pasa a ser el centro de todos tus deseos, ilusiones y expectativas, volcándote en exceso, dejando de lado tus prioridades y esto deriva en dependencia emocional.
Cuando la persona se da cuenta que el otro ya no es tan perfecto, empezará a sentirse muy decepcionado/a y enfadado/a ya que se habrá dado de golpe con la realidad que nada tendrá que ver con su ideal.
Entender que el otro no cumple tus expectativas, hará que te sientas muy decepcionado/a y enfado/a y puede que sientas una gran frustración.
Este acto, te hará topar con la realidad y ver como es la otra persona y eso te llevará a una confrontación contigo mismo/a y la caída del ideal.
¿Por qué idealizamos?
- Por baja autoestima, ya que si tú no te quieres y no sabes darte aquello que necesitas o tu parte más infantil anhela, le pedirás a tu pareja que lo haga.
- Por estar en una relación donde hay dependencia emocional.
- Por ser una persona muy perfeccionista y extremista, no pudiendo aceptar como es la realidad y la vida, y con ello los defectos de las personas reales que viven en ella.
- Por deseos infantiles no resueltos o conflictos de tu parte más niña/o que distorsionan tu manera de ver y recibir amor y cariño.
¿Cómo dejar de idealizar?
Será necesario empezar un proceso terapéutico en terapia individual para que conjuntamente con el terapeuta puedas indagar que creencias erroneas te impiden poder tener relaciones sanas y realistas.
Aprenderás a dejar de buscar una persona que te complete, dándote cuenta que tú ya estás completa/o, haciendo un trabajo de autoestima y de amor propio, indagando en tus carencias y conflictos interiores que te han llevado a ello.
También será necesario indagar y trabajar con esas creencias que tienes sobre el amor de pareja que se crearon en tu infancia que te hacen buscar parejas idealizadas y así, dejar de hacerlo, buscando parejas reales pudiendo aceptar sus defectos y los tuyos.
Trabajando tu exigencia y perfeccionismo, que te está impidiendo encontrar una relación de pareja real y así, puedas tener expectativas sanas con el otro.
Dejar de lado la idealización te va a permitir estar en pareja de una manera sana co-creando relaciones armoniosas y acordes a la realidad.
Dejando de ver al otro como una persona más fuerte que tu, colocándote en un lugar de igualdad y dándote cuenta que los dos valéis por igual y que tenéis virtudes y defectos también por igual.